Jorge Eielson

Eielson quipucamayoc

place
Travesía Cuatro
Calle de San Mateo 16, 28004 Madrid
date_rangeDel al

Hoy, la noción de chamán ha sido codificada desde el arco de los pueblos que conservan la memoria y las tradiciones de las culturas ancestrales. Por ello, para las ciencias sociales, el chamán es el personaje que, dentro de un entorno restringido y concreto, funge como mago, sanador, emisario de los dioses o como alguien con la capacidad de canalizar en su cuerpo y su espíritu las fuerzas de la naturaleza. Esta idea —hoy aceptada en casi todos los círculos académicos— sostiene que los chamanes habitan en los márgenes de la civilización. Sin embargo, si decidimos expandir nuestro concepto o ser más laxos, el término también puede referirse a los magos y a los emisarios que se mueven en el centro mismo de la civilización. Dentro de las sociedades industrializadas han emergido figuras especiales que, de una manera inusual, son también chamanes. Por ejemplo, si aceptamos que el término se puede aplicar a creadores excéntricos como el artista alemán Joseph Beuys (1921-1986), entonces los chamanes existen y operan en varios espacios de la modernidad.

El término shamán proviene de las lenguas tunguses (Siberia) y significa “el que sabe”. Un chamán es así una figura que hace predicciones, prácticas curativas, invocación a los dioses y que, al tener una conexión especial con la naturaleza, suele ser un buen consejero sobre la conducta, por lo que tiene la capacidad de modificar la realidad o la percepción de ella. En el caso concreto de las culturas americanas, los chamanes son miembros activos de la comunidad desde la época prehispánica, centrándose, fundamentalmente, en rituales para la cosecha y para augurios de buen tiempo.

El poeta y artista visual Jorge Eduardo Eielson (1924-2006) —figura brillante y polifacética que nació en el Perú y vivió en diversos países de Europa— fue un ser que exploró la creatividad y el conocimiento de una forma poco ortodoxa. Su interés por la cultura universal, por las expresiones artísticas de vanguardia, así como por los saberes ancestrales del Perú, le abrieron una perspectiva nueva. Por ello el exilio prolongado de su tierra natal responde a una doble búsqueda: a su deseo de acercarse y nutrirse de la producción artística “internacional” y, paralelamente, a la necesidad de jalar su inspiración de la cultura peruana.

De naturaleza inquieta y profunda, Eielson exploró sus dotes intelectuales nutriéndose de la literatura universal, de la filosofía europea, así como de los paradigmas científicos de los siglos XIX y XX. A la vez, abrió un espacio de búsqueda espiritual dentro del budismo zen. Esta perspectiva múltiple le hizo tomar conciencia del mundo y la realidad desde su propia experiencia de exiliado y nómada; pero esto es solo una pequeña expresión de su versatilidad, ya que encontró en la poesía y el arte el último reducto de un humanismo casi extinto, de un humanismo que podía ser practicado en los márgenes del exhibicionismo moderno. Así, la poesía no era un simple ejercicio lingüístico o de creación artística, sino, de manera más compleja, un lugar de resistencia política. La poesía era para Eielson el último reducto desde el que se podía ser un chamán legítimo.

Las presentes cavilaciones sobre chamanes y otras figuras enigmáticas son el preámbulo para abordar la exposición Eielson quipucamayoc en la Galería Travesía Cuatro de Madrid. Con el propósito de celebrar los cien años de su natalicio, la exposición abrirá sus puertas el próximo 5 de marzo y cubrirá aspectos esenciales de su vida y práctica artística. Desde la mirada crítica de Patrick Charpenel y con el respaldo del Centro Studi Jorge Eielson en Florencia, la muestra se organizará a partir de tres núcleos principales: archivo, en donde se desplegarán objetos y documentos claves de su vida; chamanismo, que revelará su visión de la mitología y de la civilización peruana; y el amor sublime, que abordará su compleja y elusiva sexualidad. Los tres núcleos revisarán un pequeño espectro de una biografía dislocada y mostrarán cómo Eielson pudo operar como un auténtico quipucamayoc: como un nuevo y marginal hacedor de nudos.

En las antiguas civilizaciones del Perú los quipucamayoc eran los matemáticos-contables que llevaban los registros de población y el control de las cosechas, pero también eran los responsables de registrar las narraciones y los mitos. Por lo mismo, tenían la autoridad de manejar información sobre las cuestiones administrativas y narrativas. El alto título otorgado a estos “conocedores” les confería el rol de visionarios, los autorizaba a manejar los datos de la población y las cosechas y, fundamentalmente, los convertía en hermeneutas calificadas para interpretar el cosmos.

Eielson quipucamayoc cubre momentos importantes de este hombre culto que recupera el rol del chamán latinoamericano, de este hombre que cubre instantes fundamentales de la cultura visual del Perú, de este hombre que reactiva la producción del quipu sudamericano, de este hombre que abre una perspectiva moral para renovar el mundo. Pareciera que solo una posición descentrada —la vida fuera de su país de origen— le podía conferir la objetividad para hablar con autoridad del Perú. Jorge Eduardo Eielson es uno de los poetas y artistas más críticos de su país y una de las figuras que más reprueba las sociedades de consumo. Sin embargo, Eielson no solo es un crítico, sino también un sanador que restablece el orden del cosmos a través de la contención y la liberación de energía concentrada en un nudo.

Patrick Charpenel