José Luis Serzo
Mascarada de Sobremesa
- placeGalería Alvaro Alcázar
Calle de Ferrer del Río, 5 - 28028 Madrid - calendar_todayDel al
- linkhttps://galeriaalvaroalcazar.com
Mascarada de Sobremesa: tributo a un incómodo silencio entre Ensor y Solana
En el mundo imaginario del artista contemporáneo José Luis Serzo, Solana y Ensor se encuentran y comparten un banquete en la instalación «Mascarada de sobremesa». Se imagina una escena teatral barroca en la que los dos artistas se sientan —sin sillas— en los extremos opuestos de una larga mesa. ¿Qué conversación tendrán?, ¿profesará Solana, el más joven, su admiración por el maestro Ensor?, ¿compartirán secretos del oficio? Serzo ha dispuesto una exquisita naturaleza muerta de máscaras para degustar en medio de la mesa —caretas con expresiones siniestras, cabezas de animales, calaveras— un recuerdo de la auto conciencia y la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte.[…]
Kristine Guzmán
El propio Serzo también nos explica como surgió toda la serie:
«[…] De la imposibilidad de imaginar tal conversación, tuve la necesidad imperiosa de dibujar esa situación en mi cuaderno de viaje. Sentados el uno frente al otro, intentar plasmar de algún modo ese incómodo silencio que surgió y surge a día de hoy entre estos dos enormes pintores.»
Bien es cierto que muchos historiadores cuando escriben sobre José Gutierrez Solana al menos, sacan a colación el nombre de Ensor para mostrar ciertos paralelismos en su trabajo. Pero poco se sabe de la opinión que realmente tuvieron el uno del otro. Eso provoca una pequeña angustia en mí, lo suficientemente importante como para intentar paliarla trabajando sobre el asunto. Tuve claro que quería realizar una escultura a tamaño real de aquella escena. Creí sería la mejor forma para intentar cristalizar la tensión que se hubiera mascado en el ambiente al sentarlos frente a frente.
¿Cuál hubiese sido el menú que hubieran compartido? Seguramente carne poco hecha para Solana y algún pescado blanco para Ensor. Lo que tenía claro es que tendrían que compartir un manjar de caretas, un enorme montón de máscaras jugosas, o incluso putrefactas, llena de diablos, calaveras, bufones deformes, esperpentos peripatéticos, quizá alguna bruja, mujer pájaro o lagarto. Rostros vacíos desparramándose por toda la mesa como plato principal, o para acompañar el silencio de los postres entre estos dos inquietantes pintores.
En el camino, en la elucubración o proyección de esta «Mascarada de sobremesa», van surgiendo en mi mente las mil máscaras que habrían pintado conjuntamente, quizá las que nunca hubieran pintado o imaginado. Las “ciento y un” máscaras van apareciendo en otras obras complementarias, satélites, además de las derramadas sobre esta mesa. Éstas, no sólo les delataría o desnudaría —como quien pone todas las cartas sobre—, sino que, en este caso, generarían un montículo en el centro de la tábula, dificultando el contacto visual entre ellos, y quizá impidiendo así, aquella conversación entre los mayores pintores del esperpento.[…]»
José Luis Serzo